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Sin electricidad, ni Internet ni aprendizaje en línea: la historia de Lara

Shanghái, enero de 2020

Me desperté una mañana de las vacaciones del Año Nuevo Chino y descubrí que no íbamos a volver a la escuela el 3 de febrero como se esperaba. En su lugar, nos dijeron que nos preparáramos para enseñar en línea. La educación ha tenido que reinventarse rápidamente conforme la pandemia se propagaba por todo el mundo. Docentes de todos los rincones del planeta se han reunido en las redes sociales para apoyarse mutuamente y compartir experiencias durante estos tiempos difíciles. Pero, aunque cada vez estoy más familiarizada con la enseñanza en línea, aún no me siento tranquila. Soy una de esas personas privilegiadas con la buena fortuna de poder acceder a gran cantidad de recursos. Pero, ¿qué ocurre con quienes no tienen tanta suerte? Pensaba en las personas de mi propio país, Mozambique, y otros países en desarrollo en los que la gran mayoría de la población no disfruta de acceso a la electricidad, y mucho menos al aprendizaje en línea.

 

Lara, que tiene 13 años y cursa octavo, comienza su día ayudando a su familia con las tareas alrededor de la cabaña donde vive, en lugar de dirigirse a la escuela como solía hacer antes de esta aterradora pandemia. Lara y su familia viven en Manhiça, en la provincia de Maputo en Mozambique. Asiste a la escuela Filipe Nyussi en Maluana. Ninguno de sus progenitores terminó la educación primaria. Su padre es el único proveedor de ingresos familiares y gana alrededor de 45 dólares mensuales, que debe repartir cuidadosamente entre la alimentación de la familia y la educación de Lara y sus siete hermanos y hermanas.

Pese a las dificultades, el padre de Lara dice que su sueño es que su hija complete sus estudios. Se le ilumina la cara de orgullo al describir a Lara como una estudiante inteligente, apasionada y entregada. Por desgracia, también está lleno de preocupación por el futuro incierto.

Las escuelas de Mozambique han cerrado a causa de la pandemia y, por ello, la rutina diaria de Lara ha cambiado radicalmente. Tiene que quedarse en casa, mientras que su padre camina hasta la escuela para recoger las tareas escolares. Cuando su padre llega a casa después del trabajo, Lara completa sus tareas y después se las envía a sus docentes para que las examinen y califiquen. A veces, su padre ha tenido que ir a recoger las tareas dos veces, y pagar hasta 160 meticales (alrededor de 2,40 dólares de los Estados Unidos).

A Lara le entusiasma aprender, y se siente frustrada porque cuando va a la escuela puede dedicar cuatro horas al día al estudio, mientas que su rutina actual solo le permite dedicarle una hora diaria. La familia piensa que el nivel de educación actual es extremadamente bajo, pero, desgraciadamente, no pueden hacer mucho al respecto. Se quejan del gasto adicional que suponen los materiales impresos.

Lara y su familia no tienen acceso a la electricidad y, por consiguiente, no tienen televisión ni Internet en casa. Es una situación muy común en todo el país. Por este motivo, las escuelas han recurrido al material escrito preparado por los docentes para que los estudiantes aprendan en casa. Muchos otros niños de zonas rurales, en especial niñas, afrontan desafíos similares. Aunque se supone que la escuela es gratuita, un gran número de personas se ha quejado de las tasas por el material impreso. Además, no ir a la escuela conlleva que niñas como Lara se hallen expuestas al riesgo subyacente de matrimonios o embarazos prematuros.

Las escuelas privadas en las zonas urbanas están invirtiendo en la instrucción en línea para sus alumnos. Sin embargo, el nivel de inversión no es equiparable ni sistemático en todas las escuelas. Algunas escuelas privadas están avanzando más rápidamente con las plataformas y las clases en línea a fin de satisfacer mejor las necesidades de sus estudiantes. No obstante, dependen también de la disposición o capacidad financiera de los progenitores para invertir en el acceso a tecnologías como conexión a Internet, computadoras y dispositivos móviles.

Según se ha puesto de relieve a través de estudios, la calidad de la educación en Mozambique va a la zaga de la de los países vecinos, y el nivel de retención escolar de las niñas en el país sigue siendo un problema. Además, el país también tiene dificultades para ofrecer capacitación adecuada a sus docentes.

La educación en línea no es una opción viable en un país en el que la mayoría de las personas no tiene acceso a Internet. Mientras que los docentes de todo el mundo se reúnen en las redes sociales para colaborar y transformar la educación, algunos docentes y escuelas de países menos privilegiados quedan olvidados.

Nadya Faquir

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Este artículo forma parte de la campaña #VocesdeDocentes del Equipo Especial sobre Docentes, cuyo propósito es poner de manifiesto las experiencias de los docentes que trabajan cada día para asegurar que sus estudiantes siguen beneficiándose de una educación de calidad, a pesar de la pandemia de COVID-19. Para participar, visite la página que hemos creado a tal efecto.